martes, 7 de julio de 2015

Rezar en la Catedral






"La comunión con Roma es más preciosa que la vida", decía Lord Byron y recogía el recordado Sacritán Serrano en su extinto blog, en un post que ha sido reproducido innumerables veces en diferentes blogs de la blogósfera católica.

Esto me parece importante, en estos tiempos en que la riqueza pluricarismática (de manera semejante a la pluriculturalidad de nuestras naciones) de la Iglesia y la diversidad de la ancha ortodoxa católica, puede llevar a los fieles menos avisados a dudas, desconfianzas, soberbias y malentendidos.

En efecto, el Obispo, es el lazo con el Romano Pontífice, Vicario de Cristo y garantía de fidelidad al Señor. 

Y en este convencimiento que yo sugiero una práctica que procuro aplicar cuando viajo. 

Una vez leí que San Josemaría Escrivá, (santo al que le tengo una particular devoción) cada vez que viajaba( ya al final de su vida terrena , para difundir las obras de esa magnífica realidad que es el Opus Dei) a una ciudad, lo primero que hacía era visitar al Obispo del lugar. Algo semejante hace ese gran defensor de los Derechos Humanos, sobre todo de los que no tienen voz, que es Eduardo Verástegui, siempre le veo postear fotos con el Obispo del lugar que visita. 

Pues bien, es posible que la mayoría de cristianos que no somos fundadores de espiritualidad o virtuosos épicos como don Eduardo, tengamos la oportunidad de visitar al Obispo de la ciudad a la que llegamos, por cualquier motivo (laboral, turístico u otro) ni el mismo la obligación de recibirnos.

Por lo que yo recomiendo, y lo he hecho las veces que he viajado, que lo primero que hay que hacer al llegar a una ciudad es ir a la Catedral a rezar por el Obispo a cuya jurisdicción llegamos. No me refiero a rezar en agradecimiento por la seguridad del viaje en  la capilla más cercana, lo cual está bien. Me refiero a un testimonio de fidelidad absoluta a la Sede que rige el lugar donde estamos, Yo pienso (quizás a algunos les parezca excéntrico) que es la primera actividad, (inclusive con las maletas aún). 

El testimonio que quiero manifestar es justamente que lo primero que se hace en una ciudad es arrodillarse en la Catedral y rezar ahí, para manifestar la fidelidad al Sucesor de los Apóstoles que el Papa ha puesto ahí para llevar a las personas a Cristo, personas con las que compartiremos durante nuestra estadía.

El testimonio que humildemente propongo, estriba en que es lo primero que se hace, resaltando la preeminencia del Obispo en la ciudad, que se reza por él (ya que importa que esté cerrada la catedral, rezar de rodillas en la puerta, o parado para no llamar la atención, o buscar que el vehículo pase delante para santiguarse y dedicar un avemaría al Obispo, lo que acomode mejor) que se obedece a aquel que al estar en comunión con el Santo Padre, gobierna la Iglesia. 

Tiene que ver también con dejar en segundo lugar, nuestra propia cultura, carisma, costumbres, sin renunciar por supuesto a ellas, y poner en primer lugar los esfuerzos pastorales de quien, como sucesor de los apóstoles se ha puesto a sí mismo en segundo lugar, para poner en primero a Aquel a quien nos recuerda su Cruz Pectoral.

Tiene que ver también con la renuncia y la obediencia, virtudes importantísimas para el apostolado y que nos cuesta mucho a quienes somos- como yo - muy soberbios y hacemos -justamente por el egoísmo- poco apostolado.

Yo lo he hecho un par de veces, en Huánuco, (ciudad de la ceja de selva peruana, con el mejor Clima del Mundo), bajando apurado de la Baijat, para entrar un rato al Santísimo, y arrodillarme frente al Señor de Burgos y a una imagen de la Reina de las Américas, regalada al Obispo ni más ni menos que por Fray José de Guadalupe, (cabe señalar que lloré de emoción), y en Chiclayo (ciudad en la costa norte peruana, la ciudad de la amistad, aunque un lustrabotas me asaltó ) donde su neoclasismo constrastaba con la chamuscada fachada de la Municipalidad, criminalmente incendiada durante una protesta, en cuyo interior encontré un cuadro de mi querido San Josemaría Escrivá de Balaguer, a quien mencioné al empezar este post y con el cual termino para no hacerlo muy largo.


Comparto esta práctica personal porque me sirve, me ayuda a renovar mi fidelidad a la Iglesia y me educa en la humildad, tan necesaria para mí. Espero  sirva también a alguien más.

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