jueves, 27 de enero de 2011

El Bloc de Notas Mariano



Una vez me dijeron que quien dice que rezar es fácil es porque no reza.



Nada más cierto, inclusive quienes tiene la virtud de la piedad altmente cultivada, reconocerán lo difícil que es moldear la voluntad, más aún para quienes vivimos en la ciudad en medio de la bulla del mundo.


Una idea que puede servir es usar el blog de notas para rezar el Ángelus (y el Regina Coeli en Pascua).Copie las oraciones en el bloc y guárdelo en el escritorio.


Al mediodía y a las 12 puede abrirlo y rezar, si no está solo en silencio.


¡No toma ni 5 minutos!.También se puede hacer con jaculatorias, oraciones personales e inclusive ya existen programas que muestran ventanas, con pensamientos y oraciones.


Todos los medios valen para acercarnos a Dios. Yo uso este, a alguien por ahí le puede servir.

miércoles, 26 de enero de 2011

La Iglesia al pie de la Cruz

(*)



La Iglesia y la Cruz


Yo recuerdo mucho como el Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II, papa , reflexionaba acerca de su sufrimiento y cómo se había dado cuenta que había como un Evangelio superior que era éste del sufrimiento. Ciertamente el Magno nunca renunció a su ministerio petrino, gesto sin duda madurado en la contemplación de Cristo en la Cruz, quien nunca bajo de ella.


Ante tanta persecución religiosa, con la censura de la prensa tradicional , y la indiferencia del gran público. Ante las infidelidades de tantos pastores y los falsos profetas. Ante el generalizado agnosticismo funcional, ese vivir como ateos declarándonos alegre e irresponsablemente como católicos, recuerdo las proféticas palabras de Pablo VI "el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia".

En efecto, el misterio del Mal y su astutamente disimulada hediondez, se difunde por doquier.
Sí la presencia del mal es grave en la Iglesia, fuera de ella es dimensiones apocalípticas.

Pues bien sabemos que donde abunda el pecado sobreabunda la Gracia y considerada la infinita bondad de Dios, Su amor misericordioso, Ése que nos ama como si no existiese nadie más, sabemos que no pasa nada que Él no permita. Siendo todo lo que se deba lamentar exclusiva responsabilidad nuestra, Él sabe cómo sacar de las cosas más malas, cosas buenas. Lo ha hecho siempre.

Desde el dicho popular de "Escribe derecho en líneas torcidas" hasta las hermosas palabras que rodean el inmejorable "Felix Culpa" de Santo Tomás que se entona en Pascua, lo muestran.

Así pues creo que hay que abrazar la Cruz con humildad. Besarla con Pasión cómo tan bellamente ha sido representado nuestro Señor en lienzos y en películas.

Tener siempre marcada en el corazón la frase de Santa Rosa, "Fuera de la Cruz no hay escalera por la que se pueda subir al Cielo".

En efecto, a algunos les tocará sufrir la muerte por ser cristianos (Pakistán, Irak, Egipto), la cárcel (Asia Bibi), la traición (La Legión, fieles de diócesis donde ha habido abusos, otros), la demolición mediática (Cardenales Cipriani,Rivera,Rouco). A cada uno según su medida.

A algún cristiano podrá resultarle fácil defender su fe en la televisión, pero le costará digerir el que su Obispo le falle.
Otro podrá estar dispuesto a morir por su fe, pero no sabe dar razón de ella frente a sus amigos de trabajo o de Universidad.
A alguna Orden le será una santa virtud vivir la pobreza, pero se tambalea ante la crisis vocacional.

Cómo decía el Cardenal Juan Luis, "cuando se es fiel, la Cruz pesa"

No podemos escoger cruces de algodón, la Cruz no se acomoda a nuestra medida, somos nosotros quienes debemos acomodarnos a la medida de la Cruz.

El Señor sabrá quitarnos las seguridades que nos son más confortables y nos educará en aquellas que más parecen costarnos, ¿por qué? porque es ante todo un padre bueno.

Porque sabe que lo mejor a lo que podemos aspirar, por más rica y profusamente adornados que estén los medios, es a Él.

Lo sabe y se encarga de darnos lo mejor. Cooperemos con está santa pedagogía, abrazados cómo naúfragos a ése Bendito Madero que adorna nuestros cerros. Con la serena alegría del hijo tomado de la mano de su padre.

Hoy que nos toca abrazar la Cruz, y permanecer erguidos a sus pies. Miremos a la Madre de Jesús. Digámosle con la humildad de San Juan Diego Cuahutlatoatzin, Su confidente: "Soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala, yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas"


Ella prolongó su Fiat al Señor inclusive hasta la Cruz.

Fortes in Fides!
*La foto es del gran Martín Chambi

sábado, 22 de enero de 2011

Pensamientos electorales




A continuación algunas de mis reflexiones sobre el fenómeno electoral

INGENUIDAD SUPINA DE LOS ELECTORES

En el Perú estamos viviendo el inicio de una nueva campaña electoral, los políticos vuelven a ensuciar nuestras ciudades, dividir a los peruanos, y a burlarse una vez más de la supina ingenuidad de los votantes.
En lo personal no creo en la democracia, pero respeto a la República, así como las autoridades elegidas por los tiernos votantes. Esto no impide que pueda analizar lo que sucede y emitir opinión.

Veo candidatos prometer el oro y el moro, y la pregunta lógica es ¿cómo se van a realizar estas promesas? ¿Con qué dinero?¿en cuanto tiempo? y la más grave aún ¿que pasa si no las cumple?¿nada?

Una persona inteligente ante alguien que le dice: si votas por mí voy a hacer tal o cual cosa, debiera preguntarse ¿que garantías tengo de que lo que me dices es verdad?

Por supuesto estamos hablando de votantes, cuyo nivel intelectual permite que bailen en mítines, coreen el nombre de un candidato por un kilo de arroz, se peleen entre ellos por tal o cual partido, no se indignen ante la invasión de carteles, pintas de cerros, paredes, etc.
Lo que más gracia me da es cuando alguien sostiene que su candidato es el mejor por tal propuesta, y cuando le preguntas ¿que garantías tienes de que cuando llegue a su puesto la realizará? te miran con esa cara de perplejidad que manifiesta el fin de la inocencia
La ingenuidad de los electores puede ser tierna, anecdótica, folclórica, sin embargo cuando eso me afecta y afecta a personas que me rodean (mi país) , pues ya no es gracioso. Es un ataque directo a mi propia seguridad y libertad y las de quienes me rodean. ¿Por qué tendríamos que someternos a los desatinos constantes del electorado? No es justo.

Esto se ha dado desde que era niño y sigue siendo así. Que siempre habrá malos y buenos políticos no es lo preocupante. Lo preocupante es ese aletargamiento de las poblaciones que creen cualquier cosa y no tienen la mínima formación de pedir pruebas. La muestra de pobreza intelectual que tenemos como población es pasmosa.

IMPOSIBILIDAD DE GARANTÍA DE CUMPLIMIENTO

Me he cuestionado si es que no podríamos tener como garantía el mismo cargo a la que estos políticos postulan alegremente, de manera que puedan firmar un compromiso de renuncia al cargo de no cumplir sus promesas. He consultado con abogados y políticos. Y parece que no es posible, requeriría un cambio de la Constitución, y de haber un documento no sería necesariamente vinculante.

Dentro de todo es una grata sorpresa el haber encontrado políticos dispuestos a firmar compromisos de esta naturaleza. Esta es muy esperanzadora. Lo celebro pero el tema de fondo es que no hay posibilidad de tener una garantía de cumplimiento de promesas, más allá del honor y la palabra empeñada.

Dados los hechos no se nos puede censurar por considerar esto insuficiente. Estrictamente podemos dar el beneficio de la duda, en no generalizar y considerar que todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Este es el curso de acción correcto, y lo esperable de personas que se guían por la virtud. Sin embargo hay que admitir que habiendo sido sorprendidos no una, no dos, sino muchísimas veces por funcionarios públicos electos que no sólo no cumplen lo prometido (total, nada les ata y la gente olvida, tan inocentes ellos) no pasa nada en absoluto. Bueno sí pasa, la condena moral de la población. Que siendo justos, tiene tanto valor como la palabra de los candidatos: sólo los sostiene la buena fe.

Y vuelvo a los siempre sorprendentes votantes: A nadie parece importarle. ¿Acaso no compruebas un producto antes de comprarlo? Al parecer no, nuevamente “el vivo vive del tonto y el tonto es su negocio”
El problema está planteado

RESPONSABILIDAD Y EXIGENCIA

Quizás la democracia sólo funciona para los crédulos, es posible. Pero siendo esta una construcción abstracta es susceptible de ser usada para bien o para mal. De manera que es necesario, dado lo expuesto, que sí exista una fiscalización a las autoridades electas. No ha funcionado efectivamente otra que no sea el escándalo, la denuncia pública. Esto no puede ser norma. Convierte a las instituciones en caricatura, y predispone los ánimos de la población a la Indiferencia. Indiferencia que quizá sea la causa escondida detrás de esa ingenuidad y credulidad electoral.

La responsabilidad es pues compartida, tanto del político que se aprovecha del ingenuo, como de éste último que no hace nada para salir de su situación. Aquel que piensa que ya que el Estado no funciona no me preocupo. ¿Por qué esperar algo siquiera del Estado? ¿Por qué esperar que alguien lo haga por nosotros? El Estado está ahí y es una herramienta, pero si se vuelve obsoleta y no puedo hacer nada por cambiar eso pues las soluciones las pongo yo. Así de simple.
Que diferente sería si como población tuviésemos algunas de la virtudes que exigimos a lo políticos.
Ciertamente hay tarea pendiente por los dos lados. La mejor forma de interpelar a los políticos electos no es con el ataque frontal (que no está de más) sino con la manifestación de independencia por nuestra parte.

Imaginen un Presidente o un Congreso esforzándose por demostrar que todavía son necesarios ¿lindo no?

Pero estamos muy lejos, pues esa independencia es muy difícil. Siempre se han necesitado líderes y si éstos no están a la altura es muy complicado que los dirigidos se alcen sobre sus cenizas.

Es más fácil prescindir del Estado que suplantarlo.
Es más fácil organizar un paro que campañas sociales que reemplazan la ausencia gubernamental

No nos lamentemos de la ineficiencia estructural, solucionémosla inclusive si esto implica, prescindiendo de su restructuración.

RENOVACIÓN Y MERITOCRACIA ¿COMPLEMENTARIOS EN LA CARRERA POLÍTICA?

En principio estoy siempre en contra de las reelecciones. Creo que muestran incapacidad, aprovechamiento y desvirtúan lo que se supone es la democracia (que me sigue sin convencer). En este orden cabe la réplica de que es necesario asegurar que los pueblos tengamos políticos de carrera. Gente que se dedique por sus propios dones a la labor política como cualquier otra labor en la sociedad. De manera que sí creo que los políticos deben rotar de cargos, hacer ésa carrera política: Pero no necesariamente en el mismo puesto. La idea es que roten que asciendan, que empiecen como delegado universitario o dirigente sindical y lleguen a la Presidencia. Esto es necesario para evitar los improvisados, carismáticos, artistas. Políticos para público con nivel intelectual de televidente.


Y es que un político no creo que deba ser necesariamente carismático. No es un monarca. Debe ocuparse de su labor de manera efectiva, pienso que a lo que se debe apuntar es que el protagonismo lo tenga la sociedad en su conjunto. Se entiende que, por ejemplo, el Presidente, el Rey o los Aristócratas puedan tener por consecuencia de sus cargos cierta afinidad con la gente, pero no es lo fundamental. Lo importante es que el sistema elegido funcione pues la historia enseña que los pueblos no nos hacemos problema por acabar con un sistema, poner otro, para más adelante regresar al anterior. El problema no es ése. El problema es que se pierde tiempo. Y ese tiempo que se pierde significa: gente que sigue en la pobreza, el subdesarrollo, muertes, exclusión.


La permanencia de un político en su cargo, en el caso de la democracia, debe en efecto estar signada por la meritocracia (sigo insistiendo que no en el mismo puesto). La vocación de servicio no debe ser una construcción demagógica sino una disposición real. Cómo esto no es tan fácilmente medible, los resultados son los que nos pueden ayudar a discernir quien debe quedarse y quien no.

¿CABE LA GRATITUD?


Una vez una amiga me preguntó por quien iba a votar y ante mi respuesta de que iba a viciar mi voto me dijo que era de los que esperaban que otro soluciones las cosas por mí. Pude argumentarle que es exactamente al revés. Al no esperar nada de los resultados electorales, tengo claro que las soluciones dependen de mí. (De nosotros en caso de grandes proyectos) Depende de los llamados "sociedad civil". Quienes esperan que papá gobierno o la autoridad elegida les solucione los problemas, generan justamente este carnaval de promesas, estas listas circenses, estas campañas como las conocemos.

Como dije, yo no soy demócrata, pero nací en un país que sí lo es, y respeto profundamente a la República y su Democracia (cómo no, sí es mi Patria). De manera que me esfuerzo por siempre mostrar respeto por las autoridades electas así desconfíe del sistema. La legitimidad siempre podrá discutirse, el respeto a la autoridad no. Si bien es cierto que no es que yo tenga muchas oportunidades de tratar con autoridades civiles, en las poquísimas oportunidades que he tenido, lo he hecho con el respeto debido y teniendo en cuenta los argumentos democráticos que sostienen su autoridad.

Esto me ha hecho reflexionar también sobre la gratitud. ¿es necesario ser agradecido con los elegidos? Pues sí, en principio, la buena fe nos hace aceptar que su presencia es fruto de una vocación de servicio. Que ese servicio me afecta directamente. El hecho de que el Estado esté ausente, que la corrupción e ineptitud nos toquen directamente, no elimina la cortesía del "gracias".

¿Por qué pienso que esto es así?, porque, y siempre continuando con el siempre saludable ejercicio de no generalizar, primero, estimula a quienes con sinceridad trabajan para mejorar las cosas, y si alguna vez se logra serán ellos quien lo hagan. Y a los otros, nada, pues no importa porque la idea es que ya no sigan ahí.

Estoy planteando ser agradecido con los políticos, a mi mismo me parece exagerado, dada la nauseabunda reputación que tienen. Pero alguien tiene que empezar a cambiar. Ellos no lo harán

viernes, 21 de enero de 2011

Ir a Dios






Ir a Dios

Hay una renuncia fundamental que los cristianos hacemos en el bautismo y repetimos en la confirmación. No recuerdo bien el rito pero básicamente dice que renunciamos a ir a métodos e instituciones en lugar de ir a Dios. Tiene lógica: todo método o institución eclesial tiene como finalidad que el creyente se encuentre con Dios, viva de Él, con Él y por Él. Cuando uno olvida esta renuncia endiosa la institución o el método y con ellos se endiosa a sí mismo.

Aparece entonces la soberbia institucional y la persona es capaz de criticar duramente la realidad que la rodea e incluso a sí misma pero jamás se atreverá a decir algo sobre la institución. Si comete errores son suyos, si acierta son aciertos de la institución. Ocurre así que esta va convirtiéndose en un diálogo de autoconvencidos que se refuerzan en sus propias ideas sin escuchar en lo esencial nada que venga "de fuera". Si alguien les hace notar los errores cierran filas y defienden la causa creyendo que defienden a Dios pero Dios ya no está ahí y los síntomas de su ausencia son el miedo, el apasionamiento, el vaciamiento progresivo de sentido, el activismo desenfrenado. Ya no se piensa creativamente, se exige un pensamiento único. Ya no se actúa desinteresadamente, todo se calcula según las conveniencias de la institución. Ya no se mira a las personas por lo que son si no por la utilidad que puedan tener.

Esta mentira termina por desalentar la auténtica vida espiritual. Se multiplican las normas, los cuidados de la imagen, los clichés, las frases de trinchera, los "megaeventos". Se busca conquistar, llegar más alto y más lejos pero se ha olvidado el amor inicial y se lo ha reemplazado por una militancia casi ciega. Los frutos son muy claros: pérdida de frescura, de alegría, desprecio explícito o velado por los que no piensan como la institución, ocultamiento de información, confusión ante situaciones nuevas, tensión interna, stress, falta de afecto, dureza de corazón.

Todo esto me recuerda un cuento que leí hace un tiempo en el que un occidental se enamora de una mujer china y para enamorarla aprende chino y se vuelve un experto, tan experto que comienza a viajar por el mundo dando conferencias sobre chino y se olvida de la buena mujer que lo esperaba y que fue el amor la motivación para aprender el idioma de Confucio.

Cuando esto ocurre hay una sola salida: la conversión real que sólo ocurre cuando hay humildad. Conversión que es pedir perdón a Dios y reparar. Conversión que pasa por reconocer que la forma de ver estuvo mal, el ojo estaba oscuro, que las bases estaban construidas sobre arena y no sobre la Roca que es Cristo. Conversión que lleva a recurrir a los viejos medios que en la Iglesia nos dejó el buen Maestro de Nazaret: los sacramentos, la caridad con los pobres, la búsqueda de la luz que sólo puede venir del Espíritu, la Palabra.
Y para eso el mismo Jesús nos dejó a Pedro, es él quien tiene la potestad de corregir y ayudar a sus hermanos en la fe. Paradójicamente se debe abandonar la institución para recuperarla en su sentido originario, sentido que no fue inventado por los hombres si no suscitado por el mismo Señor como un carisma dentro de la Iglesia. No se convierten las instituciones si no las personas que las forman.

Pensé terminar este post diciendo que la historia de la Iglesia está llena de ejemplos así pero se me ocurrió también que no basta reconocer una crisis ni decir que siempre hubo crisis en la Iglesia, es necesario cambiar de raíz, recuperar esa fundamental renuncia del bautismo que se quedó olvidada. Quedan las personas, la amistad y sobre todo Dios que nunca nos abandona.

miércoles, 19 de enero de 2011

Una oportuna visión sobre la política.





Fuente: Cruzamante.blogspot.com a su vez de conoze.com
Autor: Vittorio Messori


Ya que tanto se discute acerca de las reformas institucionales, sobre el indispensable cambio de sistema, puede ser interesante no perder de vista la perspectiva católica.

Es sabido que los hombres pueden organizarse según tres modelos fundamentales, si bien divididos, mezclados y entrelazados de modos diversos: la monarquía, la aristocracia y la democracia.

La Iglesia siempre ha llamado a no preferir en abstracto a ninguno de estos modelos así como a no excluir tampoco a ninguno de ellos: la elección depende de los tiempos, de la historia y de la idiosincrasia de los diversos pueblos. Así, si los últimos papas (pero empezando sólo desde Pío XII con el mensaje radiado la Navidad de 1944, cuya difusión fue prohibida, y no por casualidad, en Alemania y en la República de Saló) parecían preferir para el Occidente contemporáneo el sistema representativo parlamentario, se han guardado mucho por otro lado de hacer de ello una especie de dogma, como si fuese el único aceptable para un católico. Sencillamente, lo han considerado el más oportuno en estos tiempos para dichos países. Por los mismos motivos, la Iglesia no debe arrepentirse ni pedir disculpas por haber mantenido a sus capellanes en las cortes de los reyes del Antiguo Régimen o por haber considerado una Res publica christiana (pese a ciertas discusiones, pero no por causa del sistema de gobierno) a la de Venecia, que representa el sistema más ilustre de régimen aristocrático.

En aquellos tiempos, en aquellos lugares, con aquellas historias y temperamentos era lo que convenía. Y, sobre todo, se trataba de autoridades legítimas para las que regía el severo mandamiento del Apóstol: «Que todos estén sometidos a las autoridades constituidas; ya que no hay más autoridad que la de Dios y las que existen son establecidas por Dios. Así, quien se opone a la autoridad se opone al orden establecido por Dios. Y quienes se opongan atraerán sobre sí la condena... Es necesario estar sometidos, no sólo por temor al castigo sino también por razones de conciencia... Dad a cada uno lo que le corresponde: a quien corresponda tributo, tributo; a quien temor, temor; a quien respeto, respeto...» (Rom. 13, 1s, 5, 7).

Desde el momento en que la Iglesia no puede hacer «lo que le sale de la cabeza», no pudiendo «inventarse» una Revelación según la moda y las exigencias siempre cambiantes porque es esclava de la Palabra de Dios (tanto si ésta gusta como si no), el comportamiento «católico» específico ante los diferentes sistemas de gobierno debería juzgarse a la luz de este párrafo de Pablo y de otros del mismo tenor repartidos por el Nuevo Testamento. Entre ellos se encuentra la Primera carta de Pedro (2, 7), esa exhortación que es casi una síntesis, tan breve como eficaz, de la praxis cristiana: «Amad a todo el mundo, amad a vuestros hermanos, temed a Dios, honrad al rey.»

Ante estas citas y ante muchísimas otras que podrían exponerse, el problema no es achacable a la Iglesia «oficial», acusada por efecto de su historia de «asimilación al poder», o de «obsequiosidad con los gobiernos, sin importar el carácter de éstos». El problema se invierte para convertirse en el de los «contestatarios», los «revolucionarios» que, no obstante, afirmaban -y en algunos casos todavía lo hacen- inspirarse en las Escrituras para llevar a cabo su lucha política, cuando éstas dicen justo lo contrario.

No se cuestiona, pues, la legitimidad «cristiana» del jesuita del siglo XVII, por poner un ejemplo, consejero del rey en Versalles; en todo caso, la del sacerdote guerrillero o el catequista revolucionario. Puede parecer desagradable pero es necesario atenerse, si se desea hacerlo, a la Palabra de Dios; o si no, inventarse otra acorde con la propia ideología.

El pensamiento católico, pues, no ha hecho un absoluto de ninguna forma política, como en la actualidad (tras despertarnos del sometimiento al «rojo» y de la borrachera «comunitaria») corremos el riesgo de hacer con el sistema democrático-liberal-capitalista que celebra inquietantes triunfos en su patria, los Estados Unidos de América.

El pensamiento católico siempre ha tenido en cuenta que todos los regímenes -hasta el más perfecto sobre el papel, el más noble en teoría- luego lo encarnan hombres a los que el pecado original ha legado una mezcla de valor y cobardía, de altruismo y egoísmo, de grandeza y de miseria.

Así pues, a lo largo de los siglos el esfuerzo de los hombres de la Iglesia se ha decantado menos por el perfeccionamiento de las estructuras y más por el de los hombres. Más que aspirar en abstracto a un «buen gobierno», ha intentado contribuir a formar «buenos gobernantes». La mejor estructura sociopolítica derivada de la teoría puede llegar a convertirse en una pesadilla si la dirigen hombres indignos.

El cristianismo no es un asunto de ideólogos iluministas que se encierran en sus aposentos o en las charlas de salón o de convenciones con el fin de elaborar proyectos para «el mejor de los mundos posibles». El creyente debe sustituir aquel aroma de muerte de los principios teóricos por la realidad de la vida, el pragmatismo de la relación que no se encuentra en las estructuras anónimas sino en las personas, en su contradictoria amalgama de humanidad. La política no se redime con los «manifiestos», todo lo más redimiendo a los políticos y «purificando el corazón» del pueblo que los lleva al gobierno y los apoya.

Bajo este punto de vista también se juzgaría el grandioso esfuerzo de las órdenes religiosas, sobre todo de aquellas que surgieron después de la Reforma protestante, cuando se intentaba reconstruir una sociedad desgarrada. Es decir, del esfuerzo de los jesuitas, barnabitas, escolapios y tantos otros para asegurar una formación católica a la clase dirigente.

Solamente una superficialidad de antiguo contestatario puede escandalizarse porque aquellos religiosos parecieran favorecer a los hijos de los ricos, de los poderosos, de quienes «cuentan» (sin olvidar que los hijos de la gente pobre en modo alguno quedaron abandonados a su suerte, ya que junto a los «colegios para nobles» de jesuitas o barnabitas siempre surgieron colegios, oratorios o talleres para los abandonados). Quien se escandalice no comprende el punto de vista que debería adoptar el creyente: el prius no es la lucha para cambiar el sistema de gobierno en abstracto, que es siempre relativo, imperfecto e insatisfactorio, dado que el bien absoluto no existe en estas materias y lo máximo a lo que puede llegar la política es a limitar los daños. El prius resulta ser el compromiso para colocar en las estructuras de gobierno a buenos gobernantes. Así, formar para el deber, el sentido de la solidaridad, de la justicia y de la moderación a los vástagos de las familias nobles destinados a gestionar los poderes públicos en un futuro era la forma más eficaz de ocuparse también de la suerte del campesino, del obrero y del artesano que habrían podido sufrir los efectos prácticos de ese poder.

Por esta razón no se predicó la revuelta (cuyos resultados ya hemos visto por otro lado; y que, además, estaba descartada en las Escrituras). En cambio, sí se tuvo en consideración que la intervención sobre «los de arriba» mediante la formación evangélica de los políticos y, luego, mediante el mayor grado posible de cristianización de la política, resultaba mucho más social que la llamada a «los de abajo», con la demagogia hacia las masas. Por lo demás, eran siempre conscientes de la relatividad de todas las estructuras terrenales: «Ya que no poseemos aquí abajo una ciudad permanente sino que vamos en busca de una futura» (Hab. 13, 14); «Nuestra patria está en los cielos y allí esperamos a nuestro Señor Jesucristo como salvador» (Flp. 3, 20).

Obviamente, éstos sólo son apuntes sobre asuntos que hasta hace poco el creyente daba por descontados, pero que ahora corren el riesgo de parecer escandalosos. Son apreciaciones que pueden ayudar, de todos modos, a comprender el pasado y a intervenir sobre el presente, con vistas al futuro, sin salirse del sendero de una tradición milenaria.