viernes, 21 de enero de 2011

Ir a Dios






Ir a Dios

Hay una renuncia fundamental que los cristianos hacemos en el bautismo y repetimos en la confirmación. No recuerdo bien el rito pero básicamente dice que renunciamos a ir a métodos e instituciones en lugar de ir a Dios. Tiene lógica: todo método o institución eclesial tiene como finalidad que el creyente se encuentre con Dios, viva de Él, con Él y por Él. Cuando uno olvida esta renuncia endiosa la institución o el método y con ellos se endiosa a sí mismo.

Aparece entonces la soberbia institucional y la persona es capaz de criticar duramente la realidad que la rodea e incluso a sí misma pero jamás se atreverá a decir algo sobre la institución. Si comete errores son suyos, si acierta son aciertos de la institución. Ocurre así que esta va convirtiéndose en un diálogo de autoconvencidos que se refuerzan en sus propias ideas sin escuchar en lo esencial nada que venga "de fuera". Si alguien les hace notar los errores cierran filas y defienden la causa creyendo que defienden a Dios pero Dios ya no está ahí y los síntomas de su ausencia son el miedo, el apasionamiento, el vaciamiento progresivo de sentido, el activismo desenfrenado. Ya no se piensa creativamente, se exige un pensamiento único. Ya no se actúa desinteresadamente, todo se calcula según las conveniencias de la institución. Ya no se mira a las personas por lo que son si no por la utilidad que puedan tener.

Esta mentira termina por desalentar la auténtica vida espiritual. Se multiplican las normas, los cuidados de la imagen, los clichés, las frases de trinchera, los "megaeventos". Se busca conquistar, llegar más alto y más lejos pero se ha olvidado el amor inicial y se lo ha reemplazado por una militancia casi ciega. Los frutos son muy claros: pérdida de frescura, de alegría, desprecio explícito o velado por los que no piensan como la institución, ocultamiento de información, confusión ante situaciones nuevas, tensión interna, stress, falta de afecto, dureza de corazón.

Todo esto me recuerda un cuento que leí hace un tiempo en el que un occidental se enamora de una mujer china y para enamorarla aprende chino y se vuelve un experto, tan experto que comienza a viajar por el mundo dando conferencias sobre chino y se olvida de la buena mujer que lo esperaba y que fue el amor la motivación para aprender el idioma de Confucio.

Cuando esto ocurre hay una sola salida: la conversión real que sólo ocurre cuando hay humildad. Conversión que es pedir perdón a Dios y reparar. Conversión que pasa por reconocer que la forma de ver estuvo mal, el ojo estaba oscuro, que las bases estaban construidas sobre arena y no sobre la Roca que es Cristo. Conversión que lleva a recurrir a los viejos medios que en la Iglesia nos dejó el buen Maestro de Nazaret: los sacramentos, la caridad con los pobres, la búsqueda de la luz que sólo puede venir del Espíritu, la Palabra.
Y para eso el mismo Jesús nos dejó a Pedro, es él quien tiene la potestad de corregir y ayudar a sus hermanos en la fe. Paradójicamente se debe abandonar la institución para recuperarla en su sentido originario, sentido que no fue inventado por los hombres si no suscitado por el mismo Señor como un carisma dentro de la Iglesia. No se convierten las instituciones si no las personas que las forman.

Pensé terminar este post diciendo que la historia de la Iglesia está llena de ejemplos así pero se me ocurrió también que no basta reconocer una crisis ni decir que siempre hubo crisis en la Iglesia, es necesario cambiar de raíz, recuperar esa fundamental renuncia del bautismo que se quedó olvidada. Quedan las personas, la amistad y sobre todo Dios que nunca nos abandona.

4 comentarios:

Gabriel S. Hinojosa dijo...

Marcos, creo que debes borrar este post, el Ronco lo borro del suyo y deberias hacer lo mismo. saludos

Marcos Vásquez Mazzotti dijo...

Lo primero que hice fue comunicarme con él. Ya está conversado con el autor y principal interesado. El Explica los motivos claramente en su blog a mi no se me han presentado dichos motivos.
Habiendo revisado el texto más de una vez, no le veo contradicción con los objetivos de este blog.
Al publicarlo me someto no solo a los deseos que pueda tener Roncuaz, el autor original así como lo que la prudencia exija

Roncuaz dijo...

Estimado Marcos: por mi parte eres libre de publicarlo, yo también lo he releído y no encuentro en él nada que pueda ofender a nadie, es más una advertencia sobre peligros que una denuncia sobre hechos... saludos y oraciones

Marcos Vásquez Mazzotti dijo...

Muchas Gracias Roncuaz